Pa´ lante!

Y si. Tenias que hacerlo. No lo pudiste evitar. Entraste al bendito Facebook y viste que un amigo de el tenía fotos nuevas. Y entraste y pecaste. Pasaste una por una las 150 fotos buscándolo, te fumaste a todos los amigos haciendo boludeces solo para ver su sonrisa con esos pocitos a los costados y para ver si sigue haciendo ese mismo gesto con los ojos. Pero no lo encontraste. Y pensaste que estaba con la nueva minita, dándose unos besos por ahí. O peor, que esa noche optó por dvd y cucharita. Acto seguido escribiste su nombre en el buscador y te pusiste a ver las fotos del verano, como caminan los dos por esa playa que a él nunca le gustó y cómo el viento los encuentra felices chapoteando por el mar. Y los viste abrazarse y besarse, y te preguntaste porque no estás vos ahí, qué le ve a ella, y recordaste ese último verano juntos. Las fotos de ellos y tus fotos, son parecidas, son un reflejo con diferencia de un año y de pronto te agarró ese noseque en el pecho que te llevó a cometer el último delito. Abriste esa carpeta que rotulaste “ no abrir porque vas a llorar” y te pusiste a revolver toda ese merengue de recuerdos y fiestas y cumpleaños y aniversarios que habías enterrado pero que decidiste revivir porque era sábado , no tenías plan y estabas de jogging. Y te viste ahí festejando tan feliz, tan vos y tan él. Tan pasado y con Alejandro Sanz de fondo. Te pasaste varios minutos masoquistas suspirando en lo que fue, en esa relación tan linda que tenían y te preguntaste que fue lo que les paso. Te preguntaste de más, pensaste de más y actuaste de más, totalmente al pedo. Hasta que de pronto te sonó el celular y te sacó una sonrisa. Era él, el pibe con el que saliste varias veces y te invitaba a tomar unas cervezas. Lo dudaste; pensaste en meterte en la cama con la notebook a hundirte más profundo con un poco de helado de dulce de leche hasta que, como quien no quiere la cosa, la música en aleatorio te dio una inyección de reggaetón y decidiste ponerte los tacos y arrancar. Te lo mereces.