domingo, 10 de julio de 2011

Invierno – Winter- Hiver- Inverno : cómo disfrutarlo


Abrazar y dejarse abrazar: los cuerpos en invierno necesitan calor.


Reírse en demasía: que duelan los abdominales y que salten las lágrimas.


Drogarse con buen cine y buen teatro: que el tiempo se detenga por unas horas.


Hallarse en el propio hogar: apropiarse de un sector de la casa para pasar largos ratos.


Leer hasta el cansancio: abrazar la lectura en un baño de inmersión, en un sillón o en una cama calentita.


Ingerir infusiones varias: disfrutar de un buen submarino.


Absorber el sol de invierno: caminar por las veredas y las plazas.


(Re)Descubrir las bibliotecas: calefacción, silencio y libros por doquier.


Hacerle honor a la comida energética invernal: sopa, lentejas, locro, pastel de papa.


Animarse a los amores de invierno: a la cucharita y a los píes entrelazados.

jueves, 7 de julio de 2011

Masoquismo

Si alguna vez te ibas a ir de vacaciones a París con alguien que no es mas tu novio, no vayas a ver la nueva de Woody Allen.
Y si lo haces, comete dos churros con dulce de leche después.

domingo, 3 de julio de 2011

El poder del condicional

Lo que pudiéramos haber sido, lo que pudiera habernos pasado, lo que pudiéramos haber dicho nos cagan la vida.  Nos arrancan de la realidad y nos anclan a un pasado que nunca ocurrió, inexistente, producto de nuestra imaginación. Condicionan de forma cercana a nuestro presente, como un fantasma al asecho que nos obliga a aferrarnos a algo que nunca sucedió y a evitar lo que realmente ocurre y seguir con los huesos duros y enojados, con los músculos tiesos y fríos y con los nervios crispados y memoriosos. Los condicionales debilitan, nos debilitan

Julio, lo que podría haber pasado
Un día como hoy, estaría rodeada de sus abrazos y besos de calor, caminando por quién sabe qué ciudad, de la mano, pensando que estoy viviendo un sueño y con el corazón haciendo tactactactac, parando en alguna esquina épica para abrazarlo y mirarlo y apantallarme con algún mapa. Frenaríamos a tomar una cerveza en un barcito escondido y charlaríamos de ese libro y nos acariciaríamos y seguiríamos caminando hasta que la noche nos sorprenda en una cama de un hotel barato en las afueras. Me levantaría con su mano sobre mi cintura y saldríamos a comenzar el día que nos encontrará besándonos bajo alguna farola de película.

Julio, lo que pasa
Un día como hoy, me levanto a las once de la mañana, con dolor de cabeza y mucho frío. Las tres frazadas están en el piso; con razón. ¿Con que habré soñado? En la mesita de luz hay dos tazas de café, carilinas, el control del caloventor, dioxaflex, chocolates y un libro de Orwell. Estoy en mi bunker y nadie me va a sacar de acá. Repaso la agenda mental del día. Vacía. Me levanto y me duele el cuerpo, uno por uno los huesos se quejan. Abro la ventana y veo que está celeste, preferiría la lluvia, lluvia fría de invierno para quedarme en la cama sin remordimientos. Bajo y como unos cereales y leo el diario. Vuelvo a la cama.

Julio, lo que pasará
No van a existir ni Madrid, ni Praga, ni Berlín. No van a existir. Nunca existieron ni existirán. Van a existir el café bien caliente, los árboles desnudos, las bufandas, los bares con calefacción, los gorros, las caminatas con las manos en los bolsillos, las narices frías, el teatro, los abrazos acolchonados, las charlas con amigas y la cama para acurrucarse. Y la gotita que dicen que cuanto más fría, pega más.

Nada mal.